Sobre las cacas de perro….

Antes de que empezara esto de las “fechas tan señaladas” quedamos unos cuantos amigos tuiteros, o como se escriba.

 

Entre el ¿tu de quien eres? y por ahí, surgió mi fijación con las cacas de perro, tema recurrente en mi “Time Line” que hay que estar a la última.

 

Pontifiqué un poco  y alguno sugirió que propusiéramos a @JavierGomaL , el mejor flequillo de una panda con la frente despejada, que escribiera algo.

 

Aunque la solidez de la explicación, evidentemente, se resienta; les comenté que me proponía hacerlo yo, escribir sobre las cacas de perro o sobre su familiar directo, los coches en doble fila. Y que lo iba a hacer por dos razones, la primera por placer, de la segunda hablaremos más adelante.

 

Durante el “ande , ande , ande”; los “peces en el río” y “primero los cuartos , no empecéis todavía”, mi cabeza giraba buscando una explicación a lo de las cacas. Una aclaración para los no madrileños, en la capital del reino hay gente que no recoge las cacas y hay gente que aparca en doble fila, “como te lo cuento, fíjate tu”.

 

Vueltas le he dado en las dos o tres últimas semanas y he llegado a una conclusión, los que no recogen las cacas son unos camastrones, amantes de la sociedad de consumo e incapaces de proponer un restaurante para ir a cenar.

 

Como dijo el bolero, “aquí va mi explicación”.

 

Hace tiempo durante el retraso de un avión desde Bilbao leía un libro (todavía Twitter no existía). Las arquitecturas del deseo de José Antonio Marina. Apenas empezando nos plantea una adivinanza : ¿qué tiene en común la sociedad de consumo, el auge de la violencia, el aumento de la obesidad, las epidemias de ansiedad, la fragilidad de las relaciones afectivas, la creciente manifestación de comportamientos impulsivos, los centros comerciales y los parques temáticos, las campañas de fidelización de las empresas, el aumento de las adicciones, el prestigio de la moda y la falta de atención de los alumnos en la escuela?

 

Como adivinanza no está mal y él encuentra una conexión de este “sistema invisible” en las siguientes páginas del libro. La cosa va de que la hiperproducción de la sociedad del consumo nos ha llevado, con la ayuda de la publicidad (a veces habla del marketing confundiendo uno y otro), a crear una sociedad caprichosa “que soporta muy mal el aplazamiento de la satisfacción y la frustración

 

El libro luego mejora bastante, pero me costó recuperarme de la traca inicial y vuelvo a ella con frecuencia. Si la culpa es del marketing, la publicidad, de las multinacionales, del sistema o de alguna extraña conspiración, el individuo no es responsable, o sea es irresponsable.

 

La pregunta es, ¿estamos obligados a ser irresponsables? o podemos ser “el maestro de mi destino y el capitán de mi alma” que dice el poeta.

 

¿Podemos combatir a  las “fuerzas del mal” o estamos condenados a caer en ellas?

 

Zygmunt Bauman afirma que la modernidad consiste en que los ciudadanos abandonen los temores que dominaron la historia y se hagan con el control de sus vidas. ¿Tenemos el control de nuestras vidas? o, mejor, ¿creemos que algo podemos hacer para tenerlo?

 

Ser irresponsable es cómodo, camastrón, si la culpa es del marketing ¿para qué voy a evitar caer en el sobrepeso?, compraré en centros comerciales (ahora entiendo algunas cosas) y echaré la culpa a Marlboro. Que estas cuatro frases las haga Gomá, como sugería alguno de mis contertulios, hubiera supuesto una explicación mejor, más estructurada, con abundancia de citas y, encima,  lo habría leído mas gente .   ¿Entonces?

 

Pues que la crisis vital en la que me instalé cuando cambié Rosendo por los conciertos del Real, me trajo una lumbalgia y las posturas cómodas me dan dolor de espalda. Necesito, con alguna frecuencia, acudir al fisio intelectual y dar vueltas en bicicleta.

 

En eso estamos.

 

Recoger las cacas del perro suele ser responsabilidad del que pasea al perro y, creo que como individuos podemos decidir recogerlas o no. Ser responsables o irresponsables.

 

Si optamos por lo segundo, es nuestra elección, parece que somos individuos proclives a convertirnos en violentas  víctimas del consumo con sobrepeso, incapaces de proponer restaurante para cenar.

 

Siempre es más cómodo que el restaurante lo propongan otros y luego criticar.  

 

Me voy al Retiro.

 

Salud.

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