Del grupo de Cuenca...

Ando a vueltas con un mandado para celebrar los cincuenta años de una institución por la que me muevo con soltura desde hace tiempo, vestido de negro intento escribir algo, digno de ser firmado por otro, sobre Marketing y ética.

 

Revoloteo aquí y allá en busca de inspiración y acabo en Nicómaco. Empiezo por la voluntariedad con la esperanza de juntar unas letras de manera coherente y acabo en el libro de la amistad. Me rindo a mi incapacidad para escribir sobre Marketing y ética, al menos hoy.

 

El libro de la amistad me recuerda que hace unos días uno de mis amigos recentales (@JavierGomaL) me invitó, en compañía de otros amigos recentales, a la inauguración de la exposición “Proceso y grabado” de Josef Albers  en el Museo de arte abstracto español de Cuenca. 

http://www.march.es/arte/cuenca/coleccion/?l=1

 

No hubo champán francés, ni langostinos; pero comimos y bebimos bien y, sobre todo, nos reímos. Al final lo que no vimos fue la exposición con los grabados de Albers. Vimos, eso si, el Museo de arte abstracto español en las casas colgadas. Como mi amigo tiene mano, nos hicieron una visita exclusiva para nosotros e hicimos fotos, algunas fotos, y  por un momento confundí a un amigo recental, otro,  con Fernando Nuño.

 

Los gin tonics previos, el entorno y algún que otro cuadro me hicieron estar a  gusto, con la sensación de que tu vida con amigos es más agradable, sin estridencias, pero más agradable. La amistad tiene ese algo de agradable.

 

El museo de Cuenca, además de ser un museo con cuadros, es un museo de amigos y se nota, o al menos yo lo noto. Pensar en  Zobel es pensar en Torner. si Zobel no se hubiera encontrado con Torner ¿Hubiera existido el museo?; si Torner no se hubiera cruzado con Saura, ¿se hubiera dedicado al arte?.

 

Si no hubiéramos discrepado sobre si  lo virtual es real, ¿existiríamos nosotros ahora?, ¿qué sería de Saura sin Brigitte Bardot?, ¿y de nosotros sin el Palace? Pulpito

 

Cuenca como museo de amigos es un museo de mezclas y de conexiones, de lo viejo con lo nuevo, de lo virtual y lo real.  Conexiones , mezclas, amigos  y “un poquito de Rock & Roll”  

 

1.- Conexiones. Las conexiones hacen que tu vida sea más vida, o al menos una vida mas divertida, más interesante. Nunca sabes a donde te van a llevar, pero te llevan.  La panda de Cuenca, ahora hablo de los pintores y similares, fueron  artistas; pero su arte fue un arte con conexión y es que pensar en Zobel, en Torner, en Canogar, en Mompó (ay, Mompó, como huele a Moraira), en Manrique y esa habitación blanca que tanto recuerda a los jameos. Basterrechea, Chillida, Oteiza me llevan (El gin tonic contribuye) al grupo Gaur, a la casa de los Mendiburu, donde pasé alguna tarde de cine viendo nueve semanas y media, al ¿quién se ha dejado ahí esos tubos?,a noches de Rotonda y  cuando bajas al barrio viejo un medio día cualquiera”.

 

Mis amigos recentales son Twitteros, de hecho nos conocimos allí no hace mucho. Estamos en esa fase de inicio de pandilla de verano, aunque me temo que sin bailes en la plaza del pueblo, unas copas, unos amigos y un poquito de Rock & Roll”, mueve tus caderas, coleguita, cuando todo vaya mal, ya sabes.

 

Todos los grandes proyectos empiezan así: asumiendo compromisos inciertos”, leo en la página del propio museo  y el tiempo dirá si lo incierto se transforma en cierto, si ¿“conexionamos”? si es que se puede decir esa palabra y si no me da igual, o queda en conexión sin transcendencia.

 

He sido muy de pandilla de verano, y de invierno también, claro. Mi pandilla (cuadrilla se llaman ellos) de San Sebastián forman parte de mi vida, de mi ideario, aunque ya no se cierre la Rotonda, ni se vaya “a la fiesta tropical que dan en el Ku”, cuando de tarde en tarde cruzo el Urumea, ahora ya sin los últimos del Urdaneta” veo el homenaje que Remigio hizo al txistu  y , ahora ya, me acuerdo de Cuenca.

 

Remigio estaba en el grupo Gaur, con Basterrechea , con Chillida, con Oteiza y todos en Cuenca con Torner, con Rueda, con Manrique, con Mompó,. Mezclas.

 

2.- Mezclas. Voy a San Sebastián desde que la memoria me alcanza (¿Dónde habré leído eso?) y esa panda  siempre mezcló bien. Venían a Madrid y mezclaban bien y mis amigos, lo de aquí, iban allí y mezclaban bien también; porque la amistad tiene mucho de mezclas.

 

Y mis amigos de allí me hicieron más amigo de los de aquí y en algún momento ya  no hubo aquí ni allí.

 

Uno se va mezclando con otro y ese se mezcla con otro y ese otro con otro y así nos sale un museo, el museo. Un museo que no va sólo de cuadros, porque a mi los museos sólo de cuadros me aburren. Cuenca mezcla con “esa casa” de la  avenida Iparralde que empieza o termina en Vallecas y pasa por media España y por gran parte de Europa, por Harvard y por Filipinas, por caminos y carreteras, con fotos y con África, con el hotel Kafka, con la bioética y con la ética, con la medicina y con alguna que otra fundación. Pórtico tiene un algo de Postigo y seguro que Zaragoza algo de Segovia. El Dau al Set con el grupo Altamira,  con el Paso y con los valencianos de Parpalló y ambos con todos y todos con Cuenca.

 

Y llegamos a un museo, el museo muy mezclado. Zobel es mezcla, español, filipino, bostoniano de Harvard. Un tipo de mezclas que no pasa los veranos en Filadelfia o por ahí; pero mezcla, ya digo. Mezclas y cenas, o comidas,  con la posibilidad de “hacer algo bien hecho”, como la casa de la avenida de Iparralde, “cuando nos echaron de Arantzazu y había que buscar un sitio para vivir”

 

Esto empieza por  afinidad, luego dudas y al final todo acaba en un tema de conversación, “a partir de cierta edad, Manolo, los adultos sólo buscamos temas de conversación”, me dijo una vez otro amigo a ritmo de jazz. Toda mezcla es conversación.  El festival de jazz de Vitoria y Marina d´Or cobran sentido en el mismo relato, conversación, mezcla.

 

La conversación, la mezcla, hace que el gin tonic coja ritmo. Se puede hablar de impuestos, de Villena, de Haro Ibars, de Letizia, del aburrimiento, de los presentes y de los ausentes, en la misma comida. Discutiendo, hablando, conversando…esas cosas que hacen los amigos.

 

Twitter recuerda a la bienal de Venecia del 62 y la comida del otro día a la cena donde se habla de Toledo (Esta vez fue Segovia) porque lo importante “es tener algo de que hablar”. Y unos empiezan algo en Venecia y acaban en Cuenca y otros saltan de las redes al Palace y acaban…¿A quien le importa donde acaba esto? “¿quiénes somos, de donde venimos y a donde vamos?”

 

Las amistades recentales tiene algo de compromiso y algo de incertidumbre. Incertidumbre como la que sentí una aburrida tarde hace ya más de quince años un sábado en Luanda. Una tarde de casa a la piscina y de la piscina a casa. Una tarde aburrida, muy aburrida; solo y acordándome mucho de mi casa (de la de aquí), hasta que me cruce con uno y ese uno me llevó a otro que me presentó a otro y así fue saliendo un bar y Luanda se convirtió en un sitio agradable para ir.  Como Zóbel conoció a Rueda, y a Mompó, y a Sempere y Torner da el chivatazo. Y enseguida la incertidumbre se acabó y empiezas a leer a Pepetela, a Aguaslusa y lo mezclas con la Luanda de Mendiluce y la cabeza vuelve vuelve cada vez con más frecuencia al teatro Elinga.

 

Y mis amigos de allí me hicieron más amigo de los de aquí y en algún momento ya  no hubo aquí ni allí . Recuerdos.

 

3.- Recuerdos. Si, recuerdos porque Twitter recuerda un poco a ese “pintar raro”, a ese principio de algo y a la posibilidad de saltarte los límites geográficos, Twitter huele a ruptura. Y recuerdo el bar de Angola que montamos un poco entre todos y como dejó de ser un bar tradicional, pero sin serlo.

 

Twitter tiene algo del Beaubourg, donde se habla, se cena, se come; como Cuenca, como Vallecas, como la casa de la avenida de Iparralde, con la posibilidad de hacer cosas sin injerencias de nadie.

 

Recuerdos con pocas celebraciones porque “soy poco de conmemoraciones y de aniversarios”. Los aniversarios llaman a la melancolía, son el Facebook de los recuerdos, pero somos de Twitter y de Cuenca, el misterio de los nuevo frente a la certeza de lo conocido que no da más de si.

 

Murió Néstor Barrenetxea en Hondarribia, Fuenterrabía lo llamamos entonces. Su última exposición fue en la Sala Menchu Gal de Irún. Irún el final de la NI, la unión del norte con la meseta, la escuela de Vallecas con el grupo Gaur. Néstor fue pintor, escultor, cineasta con “alma de arquitecto” y amigo de Oteiza, alguien que “decidió ser una persona culta y conocer las distintas herramientas expresivas”.

 

La amistad tiene algo de recuerdos y mucho de “herramienta expresiva”, pero sobre todo es futuro, proyectos, vida, posibilidad de hacer cosas, de cambiar.

 

Empieza el festival de Vitoria y seguro que la escultura de Wynton Marsalis tocará algo en honor a los que ya no están, algo que sólo oiremos mis amigos y yo. Poco rato, porque en la melancolía no merece la pena recrearse y los recuerdos, recuerdos son, además se nos enfría la comida y “no se si estoy en lo cierto, lo cierto es que estoy aquí”

 

Pues eso que  Cuenca ya forma parte de mi ideario y yo soy leal a mis recuerdos; pero sobre todo me apetece compartir con vosotros el futuro.

 

Bienvenidos y Salud.

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